El día y la noche en los himnos

Félix María Arocena Solano

No podía ser que el Himnario litúrgico —síntesis de la actual lírica sagrada—, al incidir en este tema que tanto inspiró a los poetas, dejara de rezumar poesía y poesía bellísima.

Sabemos que la actitud religiosa de Israel ante el día y la noche se descubre sobre todo en los salmos. Como explica Hilari Raguer OSB, “para el hombre de la Biblia, que respira por todos los poros la naturaleza circundante, el día y la noche están ahí como realidades concretas y palpables salidas de las manos de Creador.”[1]

Los himnos de la Liturgia de las Horas, por su misma naturaleza, no podían ser menos. La diferencia entre los salmos y los himnos radica en que los segundos no son textos inspirados, sino productos del ingenio humano. Ellos unen, a la alabanza doxológica, el latido de la plegaria suplicante.[2] Su naturaleza lírica y su fuerza poética evocadora realzan el valor expresivo que gozan —ya de por sí— el día y la noche. Su carácter poético facilita la trasposición simbólica y el orante se siente como un enamorado a quien todo le habla de la Persona amada.

A este respecto, dos son los grupos de himnos que nos interesan: aquellos que abren los oficios de Laudes y Vísperas porque, de suyo, las dos Horas están íntimamente ordenadas a la santificación de aquellos momentos con los que se abren, respectivamente, las dos grandes etapas de la jornada: el momento de la aurora u orthros (oración matutina), la puesta del sol (oración vespertina). Así nos lo declara la Ordenación General de la Liturgia de las Horas: a) Las Laudes matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la mañana, ...;[3] b) Las Vísperas se celebran por la tarde, cuando ya declina el día, ...[4] No es poco significativo que el Ordinario del Oficio divino, antes que el clásico término litúrgico “Laudes”, proponga la expresión “Oración de la mañana”; lo mismo sucede con Vísperas: “Oración del atardecer”.

Antes de comenzar nuestro repaso, adelantamos que —de intento— hemos limitado nuestro análisis a los himnos que se recogen en la Serie semanal. No hemos considerado el resto del Himnario debido a que las demás composiciones se ven afectadas por la circunstancia del Tiempo litúrgico para el que fueron concebidas: o bien para los Tiempos litúrgicos “fuertes” (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua), o bien para las Solemnidades del Señor, la Virgen ó los Santos. Así pues, el objeto de nuestro estudio abarca un total de 62 carmina que podríamos denominar himnos de cotidiano. A pesar de constituir tan sólo el 21% de todo el Himnario, suponen —como tendremos ocasión de apreciar— una muestra suficientemente expresiva para el intento que nos proponemos.

«LAUDES — LA AURORA»

La luz es la sombra de Dios *

Es frecuente que la arquitectura formal de los himnos de Laudes aparezca reproducida de modo casi idéntico a lo largo de todos ellos. Esta disposición está constituida, salvo raras excepciones, por un doblete del siguiente tipo: las dos —e incluso, en algunos casos, hasta tres— primeras estrofas se redactan sobre la idea de la luz y luego, en las siguientes, se conecta esta idea inicial con otros temas más variados, pero de índole eminentemente ascética, como pueden ser:

-que nos una a Cristo la caridad, (1)

-que arraiguen en el alma las virtudes teologales, (2)

-vivir el día en fidelidad a Cristo, (3)

-el fomento de las virtudes por medio de la lucha contra los vicios (ira, (4); sensualidad, (5);

gula, (6); ...)

-evitar los pecados de la lengua, (7)

-ser guardados de toda adversidad, (8)

Ahora bien: el mecanismo operativo que ha sido utilizado para amalgamar las primeras estrofas de la luz con los temas ascéticos lo constituye la idea de pureza, de la que la luz es,—como sabemos— un símbolo clásico. Veamos algunos ejemplos:

-mantener limpio el corazón hasta el final de los tiempos, (9)

-ser puro el fondo de nuestra alma, (10)

-que la luz nos traiga la serenidad y a ella nos devuelva puros, (11)

-a nuestro corazón oscuro, en llenándolo Dios, se le abre el día y se ennoblece (12)

-que el Paráclito custodie santo el templo de nuestro cuerpo, (13)

-que la pureza del alma venza cuanto el cuerpo, arrogante, le reclama, (14)

Podemos extraer otra característica tipificante de los himnos de Laudes desde el prisma del vocabulario y los verbos que utilizan los poetas. En las estrofas cuyo contenido alude al momento auroral de la jornada, es muy común que se empleen expresiones y verbos de tipo incoativo. Se trata de una técnica literaria que instila en el ánimo del lector un sentimiento de renovación que acompaña al momento de la mañana, cuando, salidos del mundo de los sueños nocturnos, despierta una nueva jornada, susceptible de ser colmada de amor a Dios y servicio a los hombres.

El medio a través del cual se induce este efecto —buscado de intento— son expresiones y verbos del tipo siguiente: los verbos con prefijo re- (refulgere, volver, de nuevo, a brillar, reducere, volver a producirse el día o la noche, etc.), el uso muy frecuente del adverbio iam y las expresiones del tipo ecce, ecce iam, los verbos como nuntiare, reddere,... (anunciar, ...).[5]

De otra parte, el simbolismo de la Hora de Laudes es claro: es la oración del momento en el que el sol está a punto de salir. De ahí su trasposición cristológica: Cristo es el «sol que nace de lo alto»[6], que verifica la profecía de Malaquías[7] —orietur vobis ... sol iustitiæ—, como «la luz verdadera que, llegando a este mundo, ilumina a todo hombre».[8] Esta trasposición cristológica queda explícitamente declarada en una oración conclusiva de Laudes: “... ilumínalos con la luz, ya que con ella nos ha visitado el Sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y reina...”[9] Claramente lo expresa también el siguiente verso de Prudencio:

* Lux intrat, albescit polus: Christus venit, (se abre la luz, el día empieza ya a clarear: Cristo llega) (15)

Examinemos, pues, hasta qué punto y con qué características la vertiente cristológica se halla recogida en el actual Himnario de la Liturgia de las Horas.

Los himnos, concretamente de Laudes, recogen las citas bíblicas más significativas sobre Dios y la luz:

La expresión del comienzo de la Carta a los Hebreos es, sin duda, el texto de la Sagrada Escritura más citado en el actual Himnario de la Liturgia de las Horas: “... el cual (el Verbo), siendo «resplandor de su gloria e impronta de su sustancia», ...”[10] Aquí presentamos sólo algunos ejemplos:

* Splendor paternæ gloriæ, de luce lucem proferens, lux lucis et fons luminis, diem dies illuminans. (Resplandor de la gloria del Padre y destello de su Luz, Luz de Luz y Fuente de toda luz, Día que iluminas el día.) (16)

* Spe nos fideque divites tui beamur lumine Verbi, quod est a sæculis splendor paternæ gloriæ. (Llenos de fe y confianza, presentimos la dicha de ser iluminados por Aquél que es el resplandor de la gloria del Padre.) (17)

* Adesto rerum conditor, paternæ lucis gloria, cuius amota gratia nostra pavescunt pectora, (Escúchanos, oh Dios, Creador del mundo, esplendor de la gloria del Padre, ante quien teme nuestra alma cuando ha perdido la gracia.) (18)

* Tu lumen, tu splendor Patris, tu spes perennis omnium, intende quas fundunt preces tui per orbem sæculi.(Tú, luz y resplandor del Padre, nuestra perenne esperanza, acoge las súplicas que tus siervos elevan desde todos los rincones de la tierra.) (19)

* Christe, splendor Patris, Dei mater Virgo, Ioseph, tam sacrrum pignorum servator, (Jesús, resplandor del Padre, María, Madre de Dios, José, custodio de esas dos prendas sagradas.) (20)

* Omnis, Pater, fons gratiæ, Lumen paternæ gloriæ Sancte utriusque Spiritus interminata caritas., (Oh Padre, fuente de todas las gracias, oh Hijo, esplendor de la gloria del Padre, oh Espíritu Santo, Amor eterno de ambos.) (21)

* Tibi, Christe, splendor Patris, vita virtus cordium, in conspectu Angelorum votis, voce psallimus; alternantes concrepando melos damus vocibus. (Oh Cristo, esplendor del Padre, vida y vigor de las almas, en la presencia de los Ángeles, te ensalzamos con el corazón y los labios, alternando nuestro canto con sus voces.) (22)

El poeta recurre también con frecuencia a la Carta de Santiago: “Toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, del «Padre de las luces», ...”[11]

* Hoc largire, Pater luminis omnis, Natum per proprium Flamine Sancto qui tecum nitida vivit in æthra regnans ac moderans sæcula cuncta. (Concédenoslo así, oh Padre de las luces, por medio de tu Hijo que con el Espíritu Santo, reina y nos gobierna por los siglos de los siglos.) (23)

* Deus, qui cæli lumen es satorque lucis, qui polum paterno fultum brachio præclara pandis dextera.(Oh Dios, Luz del Cielo y Padre de toda luz, que con poderío admirable has desplegado la bóveda celeste y la sostienes con tu paternal providencia.) (24)

Por último, el himno siguiente, de autor anónimo, utiliza la expresión Dies dierum, que nos evoca el Antiquus dierum, mencionado en tres ocasiones por el Profeta Daniel:[12] “...Seguí mirando y vi que fueron colocados unos tronos y un «anciano de días» se sentó”. Pero, en este caso, el autor habla de Dies dierum refiriéndose no a Cristo, sino a la Santísima Trinidad, declarando de este modo poético la eternidad de Dios:

* Dies dierum Tu, Deus, lucisque lumen ipse es, Unum potens per omnia potens in unum Trinitas. (Oh Dios, Día de los días, que siendo Luz que alumbras toda luz, eres todopoderoso en tu única esencia y omnipotente en tu trina Unidad.) (25)

De otra parte, raro es el himno de Laudes que no recoja en su primera o primeras estrofas la dimensión cristológica del tema de la luz. Veamos algunos versos que traducen de manera explícita esta atribución:

-O Christe, qui sol per ævum prænites, (26)

-Tu, lux, refulge sensibus, (27)

-De luce lucem proferens, (28)

-Lux lucis et fons luminis, (29)

-Diem dies illuminans, (30)

-Verusque sol, (31)

Esta idea resulta, en ocasiones, tan sugestiva para el himnógrafo que hay himnos que dedican hasta seis versos —todos seguidos— a entonar un canto encomiástico a Cristo-Luz:

* Lux æterna, lumen potens, dies indeficiens, debellator atræ noctis, reparator luminis, destructorque tenbrarum, illustrator mentium: (Oh Dios (Cristo), Luz poderosa y eterna, Día que ignoras el ocaso, Vencedor de la noche cerrada, que, al restituir la luz, destruyes las tinieblas y alumbras a las almas.) (32)

Vemos aquí cómo al Salvador se le denomina Lux, Dies,... A este respecto, nos podemos preguntar: desde el punto de vista literario, ¿mediante qué procedimiento suele realizarse la atribución de la luz a Cristo? Un análisis de la cuestión sobre el Himnario demuestra que el procedimiento más usual consiste también en el más directo y ‘fuerte’ de los que ofrece la sintaxis latina: la aposición. La luz —con diversas matizaciones a veces teológicas y a veces poéticas— se atribuye a Cristo con sentido sencillamente predicativo. Salvo muy rara excepción, en ningún caso existe algún elemento que ligue la aposición con el sujeto, como podrían ser partículas del tipo tamquam, ut, prout, ...; sólo una simple coma y la correspondiente concordancia en el caso. Veamos algunos ejemplos:

* Aurora cursus provehit; Aurora totus prodeat, in Patre totus Filius et totus in Verbo Pater (Y, mientras la aurora prosigue su curso, que emerja Aquél que es todo Aurora, todo el hijo en el Padre y, en el hijo, el Padre todo) (33)

* ...Sed toto sole clarior, lux ipse totus dies... (...Y así, más brillante que el sol, siendo todo Luz de mediodía...) (34)

* Æterne lucis conditor, lux ipse totus et dies, (Oh Dios, Autor eterno de la luz, la Luz misma, Día plenísimo,...) (35)

Fijándonos en el primer ejemplo, es interesante advertir que en el original latino del correspondiente volumen de la Liturgia Horarum se ha impreso muy oportunamente Aurora con «A» mayúscula, con el fin de subrayar el sentido predicativo; es decir: Cristo, Aquél que es todo Aurora. Sin embargo, no sucede lo mismo en todos los casos:

En estos dos últimos ejemplos, las expresiones totus dies y totus et dies actúan como aposición de ipse, que se refiere a Cristo; por eso, entendemos que hubiese sido más enriquecedor escribir Dies con mayúscula para que quien canta o recita el himno se vea ayudado a descubrir ese matiz que realza el sentido cristológico de la estrofa.

El hecho de que, desde antaño, la tradición patrística haya relacionado al Señor con el Oriens ex alto, es decir, como sol que nace de lo alto, justifica que en algunas estrofas se acuda a la figura —¡casi astronómica!— del lucero matutino que despierta al día dormido, como tipo de Cristo. El siguiente himno, el Deus qui cæli, lo declara explícitamente: habla de un lucifer que es typus Christi, figura de Cristo:

* Iam noctis umbra linquitur polum caligo deserit, typusque Christi, lucifer diem sopitum suscitat, (Cuando se desvanece la sombra de la noche, cuando el cielo se despeja de la niebla, ese lucero, que es figura de Cristo, despierta al día dormido.) (36)

Pero —hablando con términos poéticos— este astro, que es Cristo, supera, en cuanto a la intensidad de su luz, al planeta Venus:

* Tu verus mundi lucifer, non is qui parvi sideris venturæ lucis nuntius angusto fulget lumine, (Muy por encima de ese pequeño astro que, pregonero de la mañana venidera, reluce con tan pálida luz, te lazas Tú, Señor, como Lucero soberano del mundo) (37)

Además, por ser oración de la aurora y oración del momento de levantarse, el Oficio de Laudes, como ya dijimos, se halla vinculado también con el pensamiento de la Resurrección del Señor: “Hay que orar —dice Cipriano— para celebrar con esta oración la resurrección del Señor.”[13] Sin considerar los carmina del Tiempo de Pascua —donde la cosa es palmaria—, la dimensión pascual de los himnos puede apreciarse, sobre todo, en los que han quedado asignados para los Domingos:

* Dies ætasque ceteris octava splendet sanctior in te quam, Iesu, consecras, primitiæ surgentium, (Más santo que todos los restantes, resplandece el día octavo, consagradio a ti, Jesús, primicia de los resucitados) (38)

* Tibique mox in nubibus, Christe, feramur obviam tecum victuri perpetim: tu vita, resurrectio, (Oh Cristo, vida y resurrección nuestra, que pronto seamos conducidos a nuestro encuentro en las nubes, para vivir ya siempre vencedores en el Cielo contigo. (39)

* Lux divina cæcis irradiat, in qua Christus infernum spoliat, noctem vincit et reconciliat summis ima, (Hoy brilla para los cielos aquella luz divina, la misma con la que Cristo despojó los infiernos y, vencida la muerte, reconcilió la teirra con el Cielo. (40)

Por último, los himnos de las liturgias orientales suelen evocar el día escatológico, la mañana sin tarde que proseguirá en la luz eterna.[14] Esta vertiente tampoco falta en los actuales himnos de cotidiano del rito romano. La idea aparece recogida en un himno compuesto en el siglo VIII, de autor anónimo, aludiendo a una mañana sin tarde que proseguirá en la luz eterna: illud mane ultimum quod in lucem nobis effluat - aquél último mañana que será para nosotros todo luz.

* Iam vana noctis decidant, mentis reatus subruant, quicquid tenebris horridum nox attulit culpæ, cadat, Ut mane illud ultimum quod præstolamur cernui, in lucem nobis effluat, dum hoc canore concrepat, (Caigan ya las sombras de la noche y al derruirse las culpas del alma, se esfuma también todo aquello de ingrato, que trajo la noche con sus tinieblas. Y, mientras entonamos para ti, Señor, las notas de ete canto, te pedimos que restalle para nosotros en luz aquel último amanecer en el que esperamos con humilde confianza.) (41)

Llegados a este punto, conviene que nos detengamos en una breve consideración. Hasta aquí podríamos decir que no ha habido sorpresas. Las ideas que arrojan las estrofas en torno al tema de la luz son hermosas, llenas de afecto hacia el Redentor, pero las que ya esperábamos. Son aquellas ideas que responden, precisamente, a la naturaleza litúrgica de la Hora de Laudes. Pero, como veremos a continuación, las alusiones al alba abarcan una perspectiva tan amplia y variada, que los himnos recogen, de hecho, otros muchos significados que se superponen a los ya previstos. Se trata de nuevas y originales variaciones que responden a la libre inspiración que discurre por la pluma del poeta.

Al recorrer las páginas del actual Himnario litúrgico, encontramos también un conjunto muy característico de alusiones a la mañana, en relación con la buena metereología, señal y augurio de una también deseada serenidad interior:

Se advierte, en primer lugar, un anhelo de que el nuevo día nos traiga un cielo despejado, un tiempo apacible:

* Hæc lux serenum conferat purosque nos præstet sibi; nihil loquamur subdolum, volvamus obscurum nihil. (Que esta luz nos traiga un tiempo sereno y a ella nos devuelva puros; que nuestro hablar evite la mentira y nuetros pensamientos no sean sombríos.) (42)

En el Himnario anterior, era posible apreciar, incluso, una concepción mediterránea de la climatología. Así lo vemos en este himno del antiguo Breviarium Romanum, compuesto por Evaristo D"Anversa (+1968),[15]

TEXTO PRIMITIVO

1 Aurora solis nuntia,

2 florumque mense prævio

3 fabri sonoram malleo

4 domus salutat Nazaræ. TEXTO ACTUAL

1 Aurora solis nuntia,

2 mundi labores excitans,

3 fabri sonoram malleo

4 domus salutat Nazaræ. (43)

donde la expresión en cursiva conlleva una visión mediterránea del mes de mayo, mes de las flores. Pero, puesto que el himno convenía que fuese universal, se le ha sometido a una rectificación a través del nuevo verso segundo que habla de la aurora que despierta al mundo para el inicio de los trabajos: Aurora, ... mundi labores excitans.

Lo mismo sucede con el antiquísmo Rector potens de Sexta:

* Exstingue flammas litium, aufer calorem noxium, confer salutem corporum, veramque pacem cordium. (Extingue las discordias apasionadas y aparta el calor enojoso, concede a los cuerpos la salud y la auténtica paz a las almas. (44)

donde observamos que, en la hora de Sexta, es decir, en pleno mediodía, con una concepción templada del clima, arrecian los calores.

Pero también se aprovecha la idea de la bonanza del tiempo para ponerla en relación con nuestra serenidad interior:

* Laudes sonare iam tuas dies relatus admonet, vultusque cæli blandior nostra serenat pectora, (Mientras el día recién llegado nos invita a cantar tu alabanza, la bonanza del tiempo sosiega nuestro interior.) (45)

Este “vultus cæli blandior” es un gracioso giro poético que significa el aspecto apacible del tiempo. Con esta estrofa se saluda el buen día que amanece; un buen día que disipa las nubes de nuestra intimidad. De hecho, el verbo serenare, cuyo uso se sitúa fuera del ámbito de la prosa, aparece como lema debajo de algunos relojes de sol: Horas non numero nisi “serenas” (como si el reloj hablara: sólo marco las horas de sol, cuando hace buen tiempo, cuando el tiempo está sereno; si el cielo está nublado, no sirvo).

Es frecuente que, a través de formas líricas variadísimas, las estrofas describan un eco del relato de la creación de la luz, tal y como se narra en el comienzo del Génesis.[16] Así, el Fulgentis auctor, nos habla del establecimiento de la ley eterna que determina el sucederse de la luz del Sol para el día y la luz de la Luna para la noche:

* Fulgentis auctor ætheris, qui lunam lumen noctibus, solem dierum cursibus certo fundasti tramite (Oh Dios, Autor del rsplandor del cielo, que has dispuesto con un orden preciso, la luz del sol para los días y la de la Luna para las noches, ) (46)

Aquí se esta lejos de distinguir si es la Luna la que emite la luz, ó se trata, más bien, de un reflejo de la luz que recibe del Sol. Aparte de que la intención del hagiógrafo cuando compone no es —como decía Agustín— facere mathematicos sed christianos, y cristianos que supliquen y alaben, considérese que el himno data del siglo V ó VI. Demasiado temprano, pues, para distinciones acerca del sistema solar y su mecánica celeste.

En otros casos, esta misma actividad trinitaria consistente en crear los seres de la nada, viene también atribuída al Verbo Unigénito del Padre. Comenta Tomás de Aquino que, cuando se ha cerrado el círculo de las dos procesiones "ad intra", ya no hay lugar más que para esa operación "ad extra", llamada Creación.[17] Aún siendo común de las tres Personas, toda ella hemos de atribuirla llana y sencillamente al Verbo porque en la Esencia divina, Él es la Sabiduría personal, mediante la cual Dios lo creó todo.[18] La Iglesia, en la Letanía lauretana, llama a María Santísima, Mater Creatoris. La belleza del Universo no es sino un magno cántico, obra de un músico inefable, eco externo y pálido del Verbo Creador. En el siguiente ejemplo es Dios Padre quien establece, por medio de su Palabra, la ley eterna del sucederse del día y la noche:

* Per quem creator omnium diem noctemque condidit, æterna lege sanciens ut semper succedant sibi, (Por medio del cual [el Verbo], el Creador del mundo quiso establecer el día y la noche con una ley eterna que dispusiera su perpetuo sucederse) (47)

Ya sabemos cómo los salmos mencionan el día y la noche por separado —en los dos hemistiquios de un verso, de acuerdo con las leyes del paralelismo propio de la poesía hebrea— como sugiriendo que, por encima de la alternancia de ambos, hay algo que permanece constante. En el caso de los himnos, ese invariante es la Providencia divina: desde la mañana hasta la noche, Dios nos contempla desde el Cielo:

* Speculator astat desuper qui nos diebus omnibus actusque nostros prospicit a luce prima in vesperum. (Continuamente cada día, desde el alba hasta la noche, en la atalaya del Cielo, Dios contempla nuestra vida. (48)

Este texto, tomado del Canto II del Cathemerinon de Prudencio, recuerda aquello del Salterio:[19] “El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres; desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra.” En el contexto de este himno, el poeta indica un remedio contra las faltas diarias: el recuerdo de Cristo, Señor y Juez de la Historia. Speculator significa aquí juez vigilante. Prudencio, precisamente, había sido juez y tenía bien experimentado que su oficio era un medio protector contra el crimen. De otra parte, a Prudencio le era muy familiar —como a todos los cristianos de entonces— la idea del Juez universal.

A lo largo de los himnos de la Serie semanal —objeto casi exclusivo de nuestro análisis— encontramos referencias a algunos seres de la Naturaleza (el rocío, el mar, el gallo, la Luna, el planeta Venus, ...) en los que se fijaron los himnógrafos para —con inspiración poética y sin descuidar las leyes rítmicas y prosódicas de la poesía latina— ponerlos en relación con la mañana. Así, tenemos las siguientes alusiones:

a).— El gallo:

Los Padres y los autores espirituales exhortaron a los cristianos a una oración nocturna cotidiana, que recibió su organización de la institución monástica. A veces es una oración a medianoche (mesonyktikon) y a veces se trata de una oración hacia el final de la noche (gallicinium). El Oficio romano y el Oficio benedictino se inclinaron por este segundo momento y esta es la causa que explica el hecho de que el canto del gallo aparezca con relativa frecuencia en algunos himnos.

Comencemos analizando un himno compuesto por Ambrosio (+397), el Padre de las expresiones más nervudas,[20] quien hizo arraigar vigorosamente la himnodia en el corazón de los fieles. Obsérvese la vivacidad y agilidad que los dímetros yámbicos inducen en la estrofa:

* Præco diei iam sonat, noctis profundæ pervigil, nocturna lux viántibus, a nocte noctem segregans. (Suena ya el anuncio del día —el canto del gallo—, centinela fiel de la noche; ya despierta la luz para los caminantes, distinguiendo entre sí cada vigilia.) (49)

Pero también el español Prudencio (+405), el más alto poeta de la antigüedad cristiana, imitó a su coetáneo Ambrosio en este punto. Veamos la primera estrofa del Ales diei, extraido del Canto I del Cathemerinon:

* Ales diei nuntius lucem propinquam præcinit; nos excitator mentium iam Christus ad vitam vocat. (El alado pregonero del día anuncia ya próxima la aurora; y, despertando nuestras almas, Cristo nos llama a la vida.) (50)

Este gallo, que con su canto se hace mensajero de la luz del nuevo día, fue denominado por Ambrosio como præco diei y por Prudencio ales diei nuntius.[21]

Tampoco sorprende encontrar en un himno de Laudes la alusión de los cuatro Evangelios al gallo.[22] Ese sonido indicó el momento de la contrición de Pedro y la pluma de Ambrosio no se olvidó de consignar la escena:

* ... hoc, ipse Petra Ecclesiæ,[23] canente, culpam diluit. (Con él —el amanecer que había anunciado el canto del gallo en la estrofa anterior—, Pedro, Piedra de la Iglesia, repara, llorando, su culpa.) (51)

b).— El planeta Venus:

* Præco diei iam sonat, noctis profundæ pervigil, nocturna lux viántibus, a nocte noctem segregans. (Suena ya el anuncio del día —el canto del gallo—, centinela fiel de la noche; ya despierta la luz para los caminantes, distinguiendo entre sí cada vigilia.) (52)

Se alude al canto del gallo que, llamando con impaciencia al sol, despierta con su cacareo también a Venus. Esa nocturna lux viantibus, ese lucero que es luz para los que caminan durante la noche se refiere al planeta Venus, al cual se le denomina ‘lucero del alba’. Venus servía de punto de referencia para distinguir las jornadas, cuando no existía la luz eléctrica; este es el significado del verso lux a nocte noctem segregans.

c).— El rocío:

* Aurora stellas iam tegit rubrum sustollens gurgitem, umectis atque flatibus terram baptizans roribus. (Despunta, con la aurora, un mar de luz rojiza, que va apagando las estrellas y a causa de la brisa húmeda, el suelo aparece bañado en rocío.) (53)

Esta estrofa, de entre todas las contenidas en la Serie hebdomadaria, es una de las más poéticas en la descripción del amanecer. Pertenece al Deus qui cæli, que es un himno escrito en dímetros yámbicos con esquema métrico —con alguna licencia—, de autor desconocido y data de muy antiguo: entre los siglos V y VI.

d).— Los navegantes y el mar:

* Hoc nauta vires colligit pontique mitescunt freta; hoc, ipse Petra Ecclesiæ, canente, culpam diluit. (Con él —el amanecer que había anunciado el canto del gallo en la estrofa anterior— el marino se dispone a hacer acopio de sus fuerzas y el mar suaviza sus olas; con él, Pedro, Piedra de la Iglesia, repara, llorando, su culpa.) (54)

Ambrosio ha reflejado en esta estrofa la idea de que, una vez transcurrido el descaso nocturno, el marino se dispone a la brega con renovadas fuerza; le acompaña, además, el optimismo de ver que, tras el alba, la mar ha recobrado su calma.

e).—Los vagabundos:

Una vez más, el Æterne rerum conditor nos sorprende con una curiosa alusión que no captará fácilmente quien no esté familiarizado con el latín de Ambrosio:

* Hoc excitatus lucifer solvit polum caligine; hoc erronum chorus vias nocendi deserit. (Con él —el amanecer que había anunciado el canto del gallo en la estrofa anterior—, una vez salido el lucero, libra de la penumbra al cielo; con él, la panda de los vagabundos abandona las sendas del mal.) (55)

Y es lógico, porque —aún hoy en día— los maleantes y vagabundos, se suelen retirar de las calles y plazas, cuando comienza a despuntar la mañana.

Antes de concluir este primer apartado relativo al tema de la mañana en los himnos, hemos seleccionado algunos versos, a través de los cuales pretendemos subrayar la riqueza y variedad de formas que la poesía del Himnario ensayó para sugerirnos la idea del amanecer. Repasaremos a continuación fórmulas bellas y escuetas, que manifiestan la elegancia y vistosidad de estas composiciones.* Caligo terræ scinditur percussa solis spiculo,[24] rebusque iam color redit vultu nitentis sideris. (Se rasga la oscuridad de la tierra, herida por los rayos de sol y, ante el espléndido astro, los seres comienzan a revestirse de color.) (56)

* Pergrata mundo nuntiat aurora solis spicula [25] res et colore vestiens iam cuncta dat nitescere. (Ya revela benignamente la aurora los primeros rayos de sol y, al teñir al mundo de color, todo comienza a brillar.) (57)

* Iam cedit pallens proximo diei nox adventui, obtundens lumen siderum adest et clarus lucifer. (Al sentir ya próxima la llegada del alba, comienza a palidecer la noche y, en cuanto se mitiga la luminosidad de las estrellas, surghe el nítido lucero.) (58)

* Ecce iam noctis tenuatur umbra lucis aurora rutilans coruscat; (Apenas se atenúa la penumbra de la noche, cuando ya se enciende la luz de la aurora como teñida de oro) (59)* Lux a nocte noctem segregans, (Luz que distingue entre sí cada vigilia) (60)* Cadit caligo noctium, (Se precipita la penumbra nocturna) (61)* Aurora iam spargit polum, terris dies illabitur, lucis resultat spiculum: (Ya comienzan los primeros tanteos de la aurora en el cielo y, con el insinuarse del día sobre los campos, afloran los primeros rayos de luz:) (62)

Dejamos a la sensibilidad del lector el aprecio por la exquisita finura de estos giros. Basta sólo con advertir la calidad literaria de estas composiciones y, consiguientemente, el acierto de los especialistas del Cœtus VII en su labor de selección, creación, retoque e impostación de los nuevos himnos para la Liturgia Horarum.

«VÍSPERAS — EL OCASO»

Nadie alza los ojos en una noche serena,

y ve el cielo estrellado, que no alabe luego a Dios*Como sucedía con los himnos de Laudes, también los de Vísperas poseen una arquitectura bien caracterizada. En este caso, la mitad de los himnos de Vísperas de cotidiano —los correspondientes a las semanas primera y tercera— forman un segmento diferente de los demás por lo que se refiere a su temática, que gira en torno al relato de la Creación del Génesis. De hecho, en el Lucis creator para las segundas Vísperas del Domingo I y III, encontramos el primer eslabón de una cadena de siete himnos, cada uno de los cuales trata —sucesivamente— en las primeras estrofas sobre cada uno de los días de la Creación. Todos ellos han sido compuestos por la misma pluma, que podría ser la de Gregorio Magno (+604).[26] Todo el segmento podría tratarse de un largo y único poema distribuído en seis partes.Así pues, para estudiar las referencias de los himnos de cotidiano a la noche, disponemos de un material más reducido que para el caso de la aurora en Laudes, porque las estrofas dedicadas a constatar la veritas temporis, es decir, las alusiones al crepúsculo, se ven ocupadas por el seguimiento del relato de los días de la Creación.

Aún con todo, podíamos fijarnos, a título de curiosidad, en las siguiente estrofa:

* Quarto die qui flammeam solis rotam constituens, Lunæ ministras ordini vagos recursus siderum, ... (Y además, al crear en el cuarto día ese disco solar que nos deslumbra, fijaste las trayectorias errantes de los astros, subordinados a la órbita lunar ...) (63)

donde podemos apreciar que los conocimientos científicos de los que disponía el poeta —quizá Gregorio— en aquella época, le llevaban a subordinar el curso de los astros a la órbita lunar.

La costumbre antiquísima y venerable, mantenida actualmente en muchas comunidades contemplativas, de interrumpir el curso de la noche para alabar a Dios es una gracia de la que el cristiano del mundo debe sentirse deudor agradecido. Ahora bien, ¿qué decir acerca de la noche en la serie de himnos del Oficio de lectura previstos para ser cantados como nocturnos?

Desde un punto de vista meramente externo, lo específico de estos himnos consiste en las alusiones que casi todos contienen al hecho de interrumpir el sueño nocturno para, rota la noche, ocuparse en la celebración de la gloria divina. Este hecho está referido con expresiones del tipo:

spreto cubili (64)

lecto consurgimus (65)

excubantes psallimus (66)pulsis procul torporibus (67)nocte canendo rumpimus (68)

morasque noctis rumpimus (69)

quique horas noctium nunc concinendo rumpimus (70)

Corresponde, sin embargo, a Prudencio el mérito de haber descrito la interrumpción del descanso nocturno con acentos más vivos:

«Auferte —clamat— lectulos ægros, soporos, desides; castique, recti ac sobrii vigilate: iam sum proximus». («Dejad —dice— los lechos enfermos, grabados por el sueño, perezosos; velad, castos, prudentes, sobrios: mirad que ya estoy próximo.) (71)

Por un uso poético, que puede constatarse en Horacio —y aún en Homero—, Prudencio atribuye aquí a los objetos materiales (lectulus - lecho peque-ño) cualidades propias de sus poseedores.

Veamos ahora de qué manera el hecho de que en los himnos la mañana no es tiempo de pecar, sino la hora de la compunción y el arrepentimiento, sugiere la idea de que el tiempo de la noche se concibe como relacionado con las tentaciones y la actividad del Demoino:

* Sol ecce surgit igneus:[27] piget, pudescit, pænitet, nec teste quisquam lumine peccare constanter potest, (Ved cómo surge ya candente el sol: es la hora del lamento, del rubor, de arrepentirse; nadie puede resueltamente pecar, teniendo ya a la luz por testigo.) (72)

Por eso, encontramos también la mañana como tiempo para presentarnos puros, o para que se nos devuelva la pureza:

* Hæc lux serenum conferat purosque nos præstet sibi; nihil loquamur subdolum, volvamus obscurum nihil. (Que esta luz nos traiga un tiempo apacible y a ella nos devuelva puros; que nuestro hablar evite la mentira y nuetros pensamientos no sean sombríos.) (73)

Estos dos ultimos ejemplos, que corresponden a la obra lírica de Prudencio, ponen sobre el tapete el tema de las tentaciones nocturnas. Abordamos una cuetión que goza de una gran tradición en la himnodia litúrgica pero que el cœtus VII de peritos creado por la Santa Sede en 1964 para la revisión e instauración de la nueva Himnodia de la Liturgia Horarum y presidido por Anselmo Lentini OSB (+1989), consideró oportuno evitar. En este sentido, es notable el ejemplo de las correcciones introducidas en el célebre himno Te lucis de Completas:

TEXTO PRIMITIVO

1 Procul recedant somnia

2 et noctium phantasmata

3 hostemque nostrum comprime,

4 ne polluantur corpora. TEXTO ACTUAL

1 Te corda nostra somnient,

2 te per soporem sentiant,

3 tuamque semper gloriam

4 vicina luce concinant. (74)

Los dímetros primitivos de la segunda estrofa —citada por Dante en la ‘Divina Comedia’—,[28] hablan de phantasmata noctium y corpora polluta (fantasmas nocturnos y cuerpos manchados). Lentini justifica los cambios introducidos de la siguiente manera: “A pesar de que las tentaciones nocturnas todavía no falten, considérese que también existen, y no menos, durante el día. Especialmente en nuestros días, los dos primeros versos parecen discutibles y chocante la excesiva crudeza del verso cuarto en un himno litúrgico. Por eso, ha sido solicitada la supresión de toda la estrofa y, en el caso de un himno tan breve, su sutitución por una nueva.”[29]

Sin entrar en la discusión acerca de si el actual himno híbrido, aunque también tradicional, responde mejor a la sensibilidad de nuestro tiempo, lo cierto es que el criterio directivo del cœtus VII acerca de la supresión de las alusiones a la noche, como tiempo de tentación, no se ha aplicado de modo exhaustivo. Además de los ejemplos que hemos citado, quedan restos de otras carmina Laudum en los que aflora la misma idea, sin haberse visto afectada por la labor de retoque de los especialistas. Veamos algún otros ejemplos, tomados de los himnos de cotidiano::

La expresión mas explícita de la actividad nocturna de los Demonios la encontramos en el Tu Trinitatis:

* Quo fraude quicquid dæmonum in noctibus deliquimus, abstergat illud cælitus tuae potestas gloriæ. (Y si por los engaños del Demonio, en algo te ofendimos, dígnate rescindirlo desde el cielo con la virtud de tu brazo poderoso.) (75)

También se ha reseñado la idea de que la noche trae consigo las culpas:

* ...ut culpa, quam nox intulit, lucis labascant munere. (... que la culpa que trajo la noche, se disipe con el regalo de la aurora.) (76)

Esa luz que es Cristo, borra nuestras culpas:

* Intende nostris sensibus vitamque totam dispice: sunt multa fucis illita quæ luce purgentur tua (Ten en cuenta nuestro sentir y contempla nuestra vida entera: no es poco en ella lo teñido de falso que requiere expiarse con tu luz.) (77)

Después de haber tratado someramente esta cuestión, podemos abordar el estudio de un himno particularmente significativo: el Deus creator de Ambrosio. Si entre los himnos de Laudes, el Æterne rerum se había demostrado extraordinariamente fecundo en el aporte de ideas que giran en torno a la espiritualidad de Laudes, lo mismo sucede ahora, en Vísperas, con el Deus creator, salido de la pluma del mismo Ambrosio, y que merece un lugar destacado en el conjunto de la serie vespertina. Esto viene a indicar que —como ya se ha señalado en otras ocasiones—, tanto desde el punto de vista de los salmos —que son más fáciles—, como también de los himnos, el Domingo es un día privilegiado en la Liturgia de las Horas debido a la calidad de los elementos que se han seleccionado para la integración del Oficio de ese día. Ahora tendremos ocasión de comprobarlo.Pero antes de continuar, queremos llamar la atención sobre un aspecto interesante. Más arriba[30] hemos comentado que un estudio de la obra poética de Anselmo Lentini OSB —himnógrafo importante por ser autor de 42 himnos del actual repertorio (14% del total)— nos lo muestra como conocedor profundo de la tradición himnológica y buen imitador del estilo que caracteriza a la vertiente poética de la Latinitas christiana. Pues bien; el modo de concebir sus himnos de Vísperas sirve para corroborar este mismo aserto. Vamos a exponer cómo el sentido litúrgico de la oración vespertina, que con gran acierto supo plasmar el genio poético de Ambrosio, aparecen reproducidas en los himnos de nueva factura compuestos por Lentini. Comencemos analizando el Deus creator:

* Deus, creator omnium polique rector, vestiens diem decoro lumine, noctem soporis gratia, Artus solutos ut quies reddat laboris usui mentesque fessas allevet luctusque solvat anxios, (Oh Dios, Creador del mundo y Rector del Cielo, que al día revistes de luz y de quietud a la noche, Para que así, por el descanso, el cuerpo vuleva al trabajo, se reanime el alma cansada y los afligidos alivien su pesar. (78)
Vísperas es la hora del atardecer; la primera estrofa está dedicada a plasmar la veritas temporis, es decir, que el himno se inicia tratando del momento del día en el cual se canta. Pero además, es la hora en la que la mayoría de los hombres suspenden sus tareas, aunque hoy en día no sean tan tributarios como antaño de la luz del sol. El mismo concepto lo encontramos recogido en el Sol ecce lentus de Lentini. Las dos primeras estrofas dibujan el momento del atardecer y la tercera el reposo que sigue a la fatiga de los trabajos:

* Sol, ecce, lentus occidens montes et arva at æquora mæstus reliquit, innovat sed lucis omne crastinæ, mirantibus mortalibus, sic te, Creator provide, leges vicesque temporum umbris dedisse et lumini. Ac dum, tenebris æthera silentio prementibus, vigor laborum deficit, quies cupita quæritur ... (Fijáos cómo el sol, con su lento discurrir hacia el ocaso, va dejando de luto el monte, el campo y el valle; pero del mismo modo que el presagio de la luz venidera hace que todo resulte nuevo, Así también Tú, Creador providente, dejas extasiados a los mortales, al fijar para la luz y las sombras los ritmos de su alternancia. Cuando el aire se empapa del silencio que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos, cuando se busca la ansiada quietud, ...) (79)

Con distintas variaciones, otros himnos reflejan la misma idea: el descanso tras los trabajos de la jornada y la hora del crepúsculo:

* Sator princepsque temporum, clarum diem laboribus noctem-que qui soporibus fixo distinguis ordine, (Oh Dios, Principio y Señor de los tiempos, que con un orden establecido dispones el día claro para trabajar y, tras el crepúsculo, el descanso) (80)

* Ecce transactus labor est diei, ... (Apenas concluido el trabajo de la jornada, ...) (81)

* Labor diurnus transiit ... (Transcurrida esta jornada de trabajo, ...) (82)

* ... diurno lassos opere ne sinas umbris opprimi, (... no consientas que tus siervos, rendidos por los afanes de la jornada, se dejen abatir por las sombras) (83)

* Solis abscessus tenebras reduxit: ille sol, nobis radiet coruscus lice qui fulva fovet angelorum agmina sancta. (Ya que la caída del Sol atrajo de nuevo a las tinieblas, que nos alumbre aquel otro Sol brillantísimo, cuya espléndida luz refulge también sobre el santo ejército de los Ángeles.) (84)

Como sucede en Laudes, se da también en Vísperas la dimensión escatológica de la que el atardecer no podía carecer. Para dirigir nuestra esperanza hacia la luz que no conoce ocaso “rogamos y pedimos —como dice Cipriano—, que la luz venga a nosotros, imploramos la venida de Cristo que nos traerá la gracia de la vida eterna.”[31] El Deus creator expresa este aspecto de manera bellísima:

* Ut cum profunda clauserit diem caligo noctium, fides tenebras nesciat et nox fide reluceat. (De modo que, cuando lla profunda oscuridad de la noche cubra por completo el día, nuesdtra fe ya no conozca ocaso y la noche resplandezca de confianza.) (85)

Esta estrofa, escrita en un estilo sublime y, en cierto modo, intraducible al molde de nuestro sistema lingüístico, menciona al día como diem noctium, es decir, el día al que siempre sigue otra noche. Esa noche que es una pálida iamgen de aquella otra eterna —aquí está la dimensión escatológica de Vísperas— a la que no seguirá el amanecer de ningún otro día. La profunda caligo es imagen de la bruma impenetrable que rodea a la muerte. Pero nuestra fe —añade Ambrosio— no debe conocer tinieblas; ella misma debe contener la fuerza de convertir esa noche en una relaidad lucidísima: fides tenebras nesciat, et nox fide reluceat.

La misma idea, con otras matizaciones de tipo poético, en el Sol ecce lentus de Lentini:

* Hac nos serena perpetim da luce tandem perfrui, cum Nato et almo Spiritu tibi novantes cantica. (En el día en que esa misma luz serena —se refiere a Cristo— constituya nuestro gozo, concédenos hacer para Ti —Dios Padre—, para tu Hijo y el Espíritu Santo, la renovación perenne de nuestro cántico.) (86)

Vísperas es la hora, también, de dar gracias a Dios por los beneficos recibidos o por las buenas acciones felizmente realizadas a lo largo de la jornada, que ya concluye.[32] No se le escapa este aspecto a Ambrosio y en el Deus creator lo constata de la siguiente manera:

* Grates peracto iam die et noctis exortu preces, voti reos ut adiuves hymnum canentes solvimus. (Agradecidos por el día que acaba, te pedimos, cuando ya comienza la noche, que nos ampares a nosotros, pecadores, mientras entonamos este himno de alabanza) (87)

En otros lugares encontramos la misma idea:

* Ecce transactus labor est diei, teque nos tuti sumus adnuente; en tibi grates agimus libentes tempus in omne. (Apenas concluido el trabajo de la jornada, sintiéndonos eguros en su beneplácito, suspiranos por hacer siempre más vivo para ti, nuestro canto de acción de gracias.) (88)

Es la hora, también, en que se encienden las lámparas. En la tradición cristiana, tomando como base este gesto de la vida cotidiana, se proyecta sobre él el tema de Cristo-luz verdadera, que ya encontramos en Cipriano[33] hablando de las viuda Ana y en el admirable himno “Luz gozosa”, atestiguado ya antes del siglo IV y que continúa siendo en Oriente la cumbre de la celebración de Vísperas.[34]* Solis abscessus tenebras reduxit: ille nobis radiet coruscus... (Ya que la caída del Sol atrajo de nuevo las tinieblas, que nos alumbre aquel otro Sol brillantísimo, ...) (89)

* ...iam sol recedit igneus: infunde lumen cordibus. (... ahora que el Sol se retira, enciende Tú nuestros corazones) (90)

Junto a estos símbolos, así como la mañana recuerda la Resurrección de Cristo, la oración de la tarde evoca “la ofrenda que el divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en que cenaba con los Apóstoles.”[35] En efecto, cuando el salmo 140 fue adoptado de modo universal como salmo vespertino [36] —«Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde»—, se quería expresar que el sacrificio que se ofrecía en el Templo de Jerusalén hacia la puesta de sol de cada día no era mas que una sombra del de Cristo, el “verdadero sacrificio vespertino”.[37] Curiosamente, sin embargo, si buscamos lugares, dentro del Himnario, en los que se aluda a esta idea, hemos que acudir a los himnos de Tempore, ya que en los 62 himnos de la Serie semanal no consta ninguna alusión a esa Ofrenda divina.Se debe a la aportación que ha hecho Godescalco de Fulda OSB (+868) al actual Himnario litúrgico el que el tiempo de la noche haya quedado teñido, en algún momento, como de un cierto temor sombrío. .

* Galli cantu mediante noctis iam caliginem et profundæ noctis atram levante formidinem, Deus alme, te rogamus supplicesquem poscimus. (Con el canto del gallo, mientras se disipa la tiniebla nocturna y ese temor sombrío, que nos impuso la noche con su espesura, acudimos a ti, Señor, Dios santo, para implorarte entre súplicas y ruegos.) (91)

Para el tema de la noche el actual Himnario latino de la Liturgia Horarum ha recogido de la Sagrada Escritura tres noches significativas.En primer lugar, es fruto de la musa de Godescalco de Fulda OSB (+868) el haberse inspirado en el célebre texto del libro de la Sabiduría[38] sobre la noche y verter a dímetros trocaicos la prosa de esos versículos, evocando así en nuestra imaginación el recuerdo de la noche de Belén:

* Vigil, potens, lux venisti atque custos hominum, dum teneret simul cuncta medium silentium, redderent necnon mortalem mortui effigiem, (Mientras el mundo entero preentaba un lúgubre aspecto mortal, en medio de aquel silencio que lo embargaba todo, viniste Tú, Cristo, Centinela, Luz poderosa, Guardián de los hombres.) (92)

En segundo lugar, la noche de Egipto:

* Terrorem tempus hoc habet, quo, cum vastator angelus Ægypto mortem intulit, delevit primogenita. Hæc iustis hora salus est, quos tunc ibidem angelus ausus punire non erat, signum formidans sanguinis. Ægyptus flebat fortiter tantorum diro funere; solus gaudebat Israel agni protectus sanguine. (Esta hora evoca el terror con el que el Ángel exterminador, aniquilando a los primogénitos, trajo la muerte a Egipto. En cambio, fue la salvación para todos los justos que, allí mismo, respetando la señal de sangre, no se atrevió a castigar. Egipto entero lloró por el severo castigo de tantos; sólo Israel gozaba, amparado por la sangre del cordero.) (93)

Por último, la noche en la que llega el esposo y no encuentra a todas las doncellas preparadas. Late aquí un desarrollo de la idea de la vigilancia, característica del Oficio nocturno, con la exhortación de Jesús a la vigilancia cristiana en la parábolas de las vírgenes necias.

Ipsum nunc nobis tempus est quo voce evangelica venturus sponsus creditur regni cælestis conditor. Occurrunt sanctæ virgines obviam tunc adventui, gestantes claras lampadas, magno lætantes gaudio. Stultæ vero quæ remanent exstinctas habent lampadas, frustra pulsantes ianuam, clausa iam regni regia. (A la misma hora de la parábola, resuena ya en nosotros la voz evangélicaque pregona la llegada del augusto Esposo divino, Creador del Reino ceelstial. Salen a su encuentro las vírgenes piadosas que, en medio de su alegre alborozo, llevan las lámparas encendidas. Las necias, en cambio, con las suyas apagadas, pulsan en vano la puerta de aquella mansión regia, qua ya no se abre para ellas.) (94)

El cristiano que vive conforme a la voluntad divina es como una lámapara encendida; es signo de la presencia del Señor en medio del mundo, como luz que ilumina a los hombres en su marcha hacia Dios. Una vida llena de obras buenas, hechas en gracia de Dios, está en condiciones para ir al encuentro de Cristo y de brillar como lámpara encendida ante el Tabernáculo del Altísimo.

Llegamos ya al término de nuestro estudio. Como hicimos en Laudes, finalizamos nuestra excursión a través de los himnos de cotidiano ofreciendo una relación de las cláusulas que los poetas fueron ideando para expresar el sugestivo momento del crepúsculo:

* Iam sol recedit igneus, ... (Ahora que el sol candente se retira, ...) (95)

* Nox atra rerum contegit terræ colores omnium: (Mientras la noche cerrada ha ido cubriendo el colorido de cuanto hay sobre la tierra, ...) (96)

* Solis abscessus tenebras reduxit,... (Ya que la caída del sol atrajo de nuevo las tinieblas, ...) (97)

* Iam sol urgente vespero occasum suum graditur, mundum concludens tenebris suum observans ordinem. (Urgido ya por el caer de la tarde, declina el sol hacia el ocaso y, al cumplir esta ley prestablecida, reviste al mundo de tinieblas.) (98)

* Ruit dies in vesperum, ... (Cayendo el día hacia el crepúsculo, ...) (99)

* Sol, ecce, lentus occidens montes et arva at æquora mæstus reliquit, ... Ac dum, tenebris æthera silentio prementibus, vigor laborum deficit, quies cupita quæritur ... (Fijáos cómo el sol, con su lento discurrir hacia el ocaso, va dejando de luto el monte, el campo y el valle ... Cuando el aire se empapa del silencio que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos, cuando se busca la ansiada quietud, ...) (100)

(1) Fulgentis auctor, estrofa 5, Laudes II y IV Miércoles, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(2) Æterna cæli, estrofa 5, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.

(3) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(4) Æterne lucis, estrofa 5, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(5) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(6) Æterne lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(7) Sol ecce lentus, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico; Iam lucis, estrofa 6, Laudes II y IV Jueves, autor desconocido, siglo XI, dímetro yámbico con asonancia: aa, bb, esquema métrico.

(8) Iam lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Jueves, autor desconocido, siglo XI, dímetro yámbico con asonancia: aa, bb, esquema métrico.

(9) Æterna cæli, estrofa 4, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.

(10) Iam lucis, estrofa 3, Laudes II y IV Jueves, autor desconocido, siglo XI, dímetro yámbico con asonancia: aa, bb, esquema métrico.

(11) Sol ecce surgiT, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(12) Nox et tenebrÆ, estrofa 3, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(13) Lucis largitor, estrofa 4, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(14) Lucis largitor, estrofa 4, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(15) Nox et tenebræ, estrofa 1, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(16) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(17) Sol ecce lentus, estrofa 4, Laudes II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(18) Adesto rerum condiitor, estrofa 1, Laudes II y IV Viernes, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(19) Christe redemptor ... ex Patre, estrofa 2, Vísperas 25.XII, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(20) Christe splendor Patris, estrofa 1, Laudes S. Familia, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, tripodia trocaica, que recuerda al clásico choricus ithyphallicus, esquema rítmico.

(21) Immensa et una, estrofa 3, S. Trinidad, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(22) Tibi Christe, estrofa 1, Laudes 29.IX, Rábano Mauro OSB, siglo X, dímetro trocaico acataléctico y dímetros trocaicos catalécticos con estrofas de seis versos, esquema rítmico.

(23) O quam glorifica, estrofa 4, Vísperas 22.VIII, autor desconocido, siglo XII, dímetro yámbico con rima bisilábica: aa, bb en las tres últimas estrofas, esquema métrico.

(24) Deus qui cæli lumen es, estrofa 1, Laudes II y IV Viernes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.

(25) Deus qui cæli lumen es, estrofa 4, Laudes II y IV Viernes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.

(26) Pergrata mundo, estrofa 2, Laudes II y IV Martes, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(27) Æterne rerum, estrofa 6, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(28) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(29) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(30) Splendor paternæ, estrofa 1, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(31) Splendor paternæ, estrofa 2, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(32) Lux æterna, estrofa 1, Sábado II y IV Lunes, Godescalco de Fulda OSB, siglo IX, dímetro trocaico acataléctico y dímetros trocaicos catalécticos, esquema rítmico.

(33) Splendor paternæ, estrofa 8, Laudes I y III Lunes, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(34) LUCIS LARGITOR, estrofa 3, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(35) Æterne lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(36) Deus qui cæli lumen es, estrofa 3, Laudes II y IV Viernes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.

(37) Lucis largitor, estrofa 2, Laudes II y IV Lunes, autor desconocido, siglo VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(38) Dies ætasque, estrofa 1, Laudes I y III Domingo, Aron, siglo XIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(39) Dies ætasque, estrofa 3, Laudes I y III Domingo, Aron, siglo XIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(40) Salve dies, estrofa 2, Laudes II y IV Domingo, Adán de San Víctor, siglo XII, 1-3: tetrasílabos paroxítonos y hexasílabos proparoxítonos. 4: tetrasílabo paroxítono, esquema rítmico con rima bisilábica perfecta: aaab, cccb.

(41) Aurora iam, estrofa 2, Laudes I y III Sábado, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(42) Sol ecce surgit, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(43) Aurora solis nuntia, estrofa 1, Laudes 1.V, Evaristo D"Anversa (+1968), siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(44) Rector potens, estrofa 2, Sexta (a), autor desconocido, muy antiguo, dímetro yámbico, esquema métrico.

(45) Fulgentis auctor, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(46) Fulgentis auctor, estrofa 3, Laudes II y IV Miércoles, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(47) Diei luce reddita, estrofa 2, Laudes II y IV Sábado, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(48) Sol eece surgit, estrofa 5, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(49) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(50) Ales diei, estrofa 1, Laudes II y IV Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(51) Æterne rerum, estrofa 4, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(52) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(53) Deus qui cæli lumen es, estrofa 2, Laudes II y IV Viernes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico con alguna licencia, esquema métrico.

(54) Æterne rerum, estrofa 4, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(55) Æterne rerum, estrofa 3, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(56) Nox et tenebræ, estrofa 2, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(57) Pergrata mundo, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(58) Æterne lucis, estrofa 1, Laudes II y IV Martes, autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema métrico.

(59) Ecce iam, estrofa 1, Laudes II y IV Domingo, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(60) Æterne rerum, estrofa 2, Laudes I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(61) Æterna cæli, estrofa 3, Laudes I y III Viernes, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico en versos abecedarios, esquema métrico.

(62) Aurora iam, estrofa 1, Laudes I y III Sábado, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(63) ACÆLI DEUS, estrofa 2, Vísperass I y III Miércoles, S. Gregorio Magno, siglo VII, dímetro yámbico con rima en la segunda parte, esquema métrico.

(64) SOMNO REFECTIS, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Lunes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(65) TU TRINITATIS, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(66) TU TRINITATIS, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(67) PRIMO DIERUM, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Domingo, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(68) CONSORS PATERNI, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) I y III Martes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(69) RERUM CREATOR, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Mioércoles, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(70) SUMMÆ DEUS, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) I y III Sábado, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(71) ALES DIEI, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) II y IV Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico con asonancia, esquema rítmico.

(72) SOL ECCE SURGIT, estrofa 1, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(73) Sol eece surgit, estrofa 3, Laudes I y III Jueves, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(74) Te lucis, estrofa 2, Completas (a), autor desconocido, siglo V-VI, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(75) TU TRINITATIS, estrofa 3, Oficio de lectura (noct.) I y III Viernes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(76) SOMNO REFECTIS, estrofa 3, Oficio de lectura (noct.) I y III Lunes, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico con asonancia, esquema métrico.

(77) NOX ET TENEBRÆ, estrofa 5, Laudes I y III Miércoles, Prudencio, siglo V, dímetro yámbico, esquema métrico.

(78) DEUS CREATOR, estrofas 1-2, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(79) SOL ECCE LENTUS, estrofas 1-2-3, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(80) SATOR PRINCEPSQUE, estrofa 1, Vísperas II y IV Martes, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(81) LUMINIS FONS, estrofa 2, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(82) HORIS PERACTIS, estrofa 2, Vísperas II y IV Viernes, autor desconocido, siglo incierto, dímetro yámbico, esquema métrico.

(83) DEUS QUI CLARO LUMINE, estrofa 3b, Vísperas II y IV Jueves, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(84) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(85) DEUS CREATOR, estrofa 5, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(86) SOL ECCE LENTUS, estrofas 6, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

(87) DEUS CREATOR, estrofa 3, I Vísperas I y III Domingo, San Ambrosio, siglo IV, dímetro yámbico, esquema métrico.

(88) LUMINIS FONS, estrofa 2, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(89) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(90) O LUX, estrofa 1b, II Vísperas II y IV Domingo, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(91) GALLI CANTU, estrofa 1, Oficio de lectura (noct.) II y IV Viernes, Godescalco de Fulda OSB, siglo IX, Dímetros trocaicos catalécticos y acatalécticos, esquema rítmico.

(92) GALLI CANTU, estrofa 2, Oficio de lectura (noct.) II y IV Viernes, Godescalco de Fulda OSB, siglo IX, Dímetros trocaicos catalécticos y acatalécticos, esquema rítmico.

(93) MEDIÆ NOCTIS, estrofa 3-4-5, Oficio de lectura (noct.) II y IV Domingo, autor desconocido, siglo V, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(94) IPSUM NUNC, estrofa 1-2-3, Oficio de lectura (noct.) II y IV Lunes, autor desconocido, siglo V, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(95) O LUX, estrofa 1b, II Vísperas II y IV Domingo, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(96) NOX ATRA, estrofa 1a, II Oficio de lectura (noct.) I y III Jueves, autor desconocido, siglo VI-VII, dímetro yámbico, esquema métrico.

(97) LUMINIS FONS, estrofa 3, Vísperas II y IV Lunes, Alcuino, siglo IX, estrofa sáfica, esquema métrico.

(98) DEUS QUI CLARO LUMINE, estrofa 2, Vísperas II y IV Jueves, autor desconocido, siglo VII-VIII, dímetro yámbico, esquema rítmico.

(99) HORIS PERACTIS, estrofa 1a, Vísperas II y IV Viernes, autor desconocido, siglo incierto, dímetro yámbico, esquema métrico.

(100) SOL ECCE LENTUS, estrofas 1 y 3, Vísperas II y IV Miércoles, Anselmo Lentini OSB, siglo XX, dímetro yámbico, esquema métrico.

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Notas:

[1]HILARI RAGUER, El día y la noche en los salmos, en “Orarlos salmos en cristiano”, DOSSIERS CPL, 43, p.64; cfr. Ps 22, 3; Ps 87, 2; Ps 19, 3; Ps 1211, 6; Ps 135, 8; ...

[2]LITURGIA HORARUM, O lux, II Vísp, Dom II y IV: "Te nostra supplex gloria per cuncta laudet sæcula." (F. AROCENA, Los himnos de la Liturgia de las Horas, Madrid, 1992, p. 73). La expresión supplex gloria resulta especialmente concisa y densa y sirve para calificar a los himnos, con los que celebramos la majestad de la Trinidad beatísima. En el cielo sólo reinará la glorificación perfecta; mientras —sobre la tierra—, como canta este himno, supplex gloria. Cfr. también en este mismo volumen el Prólogo de B. VELADO, p. 9-10.

[3]OGLH, 38.

[4]OGLH, 39.

*Inscripción medieval.

[5]Resulta ilustrador, a este respecto, que, de los 14 himnos de Laudes de la Serie semanal, la partícula iam aparece 13 veces; algún himno, por ejemplo, el Fulgentis auctor, la incluye hasta tres veces.

[6]Lc 1, 78.

[7]Mal 4, 2.

[8]Io. 1,9.

[9]LITURGIA DE LAS HORAS, Oración conclusiva Jueves III.

[10]Hb 1, 3.

[11]Iac 1, 17.

[12]Dan 7, 9; 7, 13 y 7, 22.

[13]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 35; PL 4, 561.

[14]J. MATEOS, Quelques aspects théologiques, p.342-344.

[15]Autor de varios himnos perteneciente al equipo de latinistas himnógrafos de la Sagrada Congregación de Ritos, oficio que compartió con Vittorio Genovesi SI. Después de la reforma litúrgica, de toda su producción poética sólo dos piezas han quedado incluidos en el actual Himnario de la Liturgia Horarum: los himnos del Oficio de lectura y Laudes del 1.V: Te pater Ioseph y Aurora solis nuntia.

[16] Gen 1, 14-19.

[17] SANTO TOMÁS DE AQUINO, De potentia, q. 9, a. 9.

[18] Gen 1: 3 . 6 . 9. 14. 20 . …: “Y dijo Dios…”

[19]Ps 32, 13-14.

[20]C. CARDÓ, Emmanuel, Madrid 1989, p. 339.

[21]El término latino ales, -itis, que proviene de ales = el ala, goza de un uso muy extendido en el ámbito de la poesía latina y, yuxtapuesto a diversos adjetivos, reviste un conjunto grande de significados: Jovis ales = el águila, ales anguis = el dragón, ales albus = el cisne, e incluso, en nuestro caso, ales cristatus = el gallo.

[22]Mt 26, 34; Mc 14, 72; Lc 22, 61: Non cantabit gallus, donec ter me negabis. (Antes de que cante el gallo me negarás tres veces).

[23]Petra Ecclesiæ es una contracción de ipse, qui es Petra Ecclesiæ.

[24]Spiculum, es la punta de la flecha, de la lanza, etc. Aquí el término se emplea metafóricamente en el sentido de “rayo de sol’, porque ya Eurípides y Lucrecio habían hablado del amanecer como el momento en el que comienzan a aprciarse las tela diei, las flechas del sol.

[25]Este himno, compuesto hacia 1970, revela a Lentini como conocedor profundo de la tradición himnológica e imitador del estilo que caracteriza a la vertiente poética de la Latinitas christiana. Para incluir en su composición original el término spicula solis, se fijaría, probablemente, en el Cathemerinon de Prudencio, que es quien recoge esta idea de los poetas griegos para aplicarla al inicio del día.

*FRAY LUIS DE LEÓN, Exposición del Libro de Job, 35, 10.

[26]A excepción del Rerum Deus, para las I Vísperas de los Domingos I y III, de autor desconocido y época de composición incierta, tomado del Himnario gótico, que se armoniza adecuadamente con los demás himnos de Vísperas y cierra el ciclo de los días de la Creación, celebrando el descanso que debe seguir al trabajo.

[27]Virgilio, en Geor., IV, 426, y también en otros lugares, emplea la expresión sol igneus.

[28]DANTE, Divina comedia, Pur., 8, 3 ss.

[29]A. LENTINI, «Te decet hymnus», L"Innario della “Liturgia Horarum”, Roma, 1984, p.9. La estrofa nueva no es tan nueva; ha sido entresacada del Christe precamur adnuas, de autor desconocido pero mencionado ya en el siglo VI por S. Cesáreo. Para la composición de la segunda estrofa del Te lucis se han tomado las estrofas 2 y 3 del Christe precamur adnuas lo cual obedece tanto a motivos de brevedad, como a que las estrofas 1 y 4 aludían a Cristo, mientras que todo el Te lucis se refiere a Dios. Para una explicación más detallada sobre esta materia, cfr. A. LENTINI, Hymni instaurandi Breviarii Romani, en NOTITIÆ, mayo 1973.

[30]cfr nota 27.

[31]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 35; PL 4, 561: “Quando oramus et petimus ut super nos lux denuo veniat, Christi precamur adventum lucis æternæ gratiam præbiturum.””

[32]SAN BASILIO, Grandes Reglas, respuesta 37, 3; PG 31, 1014.

[33]SAN CIPRIANO, De dominica oratione, 36; PL 4, 562: “Si illa per totam noctem iugiter vigilans continuis precibus orabat, quanto nos magis in frequentanda oratione debemus nocte vigilare.”

[34]“Lumen hilarum sanctæ gloriæ æterni Patris cælestis, beatum Iesum Christum; ad occasum solis perducti, videntes lumen vespertinum, canimus Patrem et Filium et Spiritum Sanctum Deum...” (Luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito; llegados a la puesta de sol, viendo la luz encendida de la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo...). Citado en IGLH, 39.[35]OGLH, 39.

[36]J. PINELL, El número sagrado de las Horas del Oficio, en Miscellanea liturgica Lercaro, t. 2, Desclée, Roma 1967, p. 910-911.

[37]Así comenta Casiano: “O bien el que, por la tarde, el Señor Salvador enseñó a sus Apóstoles en la Cena cuando instituyó los Santísimos misterios de la Iglesia, o bien el que Él mismo al día siguiente ofreció al Padre, sacrificio de la tarde, es decir, al fin de los tiempos, por la elevación de sus manos para la salvación del mundo entero” cfr. CASIANO, Instituciones cenobíticas, libro 3, c. 3, 9-10.

[38]Sap 18, 14 ss.